La mitología nórdica sigue fascinándonos y no es para menos: está repleta de relatos fantásticos y animales como Sleipnir, el caballo de Odín. Sleipnir, también llamado Slipnir, era un caballo de ocho patas y aparece en la Edda poética, del siglo XIII. En este artículo te contamos todo acerca de este fabuloso ser mitológico.
¿Quién era Sleipnir?
Sí, Sleipnir era el caballo de Odín, pero la historia de este ser es bastante más extensa. Sleipnir significa “el resbaladizo”, en nórdico antiguo y aparece en la Edda poética, compilada a partir de distintas fuentes antiguas; además, también podemos leer sobre él en la Edda prosaica de Snorri Sturlson. Según estas obras, Sleipnir era propiedad de Odín, a la vez que hijo de Loki y Svaðilfari.
En los textos, al caballo se le describe como el mejor en su especie e, incluso, se le montaba para llegar al Hel o reino de la muerte. Es en la Edda prosaica donde encontramos más referencias y datos sobre Sleipnir, el caballo de Odín. A partir de este texto se sabe que el color del caballo era gris y que podía desplazarse, de forma veloz, de un lado a otro del horizonte.
La tradición afirma que Sleipnir tenía ocho patas, aunque hay algunas fuentes que indican que tenía solo seis. Sin embargo, el famoso caballo representaba a los ocho vientos soplando desde sus cardinales. Por eso, lo más aceptado por los expertos en la materia, es que Sleipnir tuviera las ocho patas. Según la mitología, cuatro de las patas del caballo pertenecían a la dimensión material, mientras que, las otras cuatro, se encontraban en una dimensión paralela.
Además, la mitología asegura que Sleipnir tenía runas grabadas en los dientes. Recordemos que las runas simbolizaban, entre otras cosas, la sabiduría y el propio Odín aprendió a descifrarlas.
¿Cuál es el origen de Sleipnir, el caballo de Odín?
Cuenta la tradición que, en Asgard, los dioses no vivían en paz, pues el reino no contaba con murallas para protegerse de los enemigos. En medio de su intranquilidad, un jinete apareció y ofreció construir la tan anhelada muralla en 16 meses, a cambio de tener a la diosa Freya, así como al sol y la luna. Al oír lo que el jinete pedía como recompensa, los dioses se enfurecieron, pero Loki, tan astuto como siempre, retó al jinete a terminar la hazaña en seis meses.
El jinete aceptó el encargo, siempre y cuando pudiese construir la muralla utilizando su caballo. Durante los meses de invierno, el jinete y su caballo lograron acarrear piedras suficientes para edificar la muralla alrededor de Asgard. Pero, para los dioses, supuso un varapalo, pues el hombre lograría derrotarlos y quedarse así con la diosa Freya. Viendo lo que iba a ocurrir, Odín le exigió a Loki que los sacara del problema, pues Freya no podía casarse con un simple constructor y, por supuesto, ellos no podrían vivir sin el sol y la luna.
Loki, que podía cambiar de forma, se disfrazó de una hermosa yegua y engañó a Svadilfari, el caballo del jinete. El dios sabía que el hombre no culminaría la hazaña sin su montura. Cuando el jinete se dio cuenta de lo ocurrido, reveló su verdadero rostro: ¡Era un gigante disfrazado! Thor, haciendo uso del Mjölnir, se deshizo del gigante. ¿Y Loki? El dios volvió a Asgard, con la forma de yegua y preñado de Svadilfari. Loki dio a luz a Sleipnir, un caballo de ocho patas y se lo entregó a Odín.
Loki aseguró a Odín que Sleipnir sería el caballo más rápido y que ningún otro corcel podría superarlo. Además, añadió que lo llevaría por mar, tierra, aire e, incluso, al reino de los muertos y de vuelta a Asgard. Curiosamente, el hecho de que Sleipnir pudiera viajar al reino de los muertos hizo que en ocasiones se le representase como a cuatro hombres llevando un ataúd. Tal como Loki prometió, Sleipnir, el caballo de Odín, nunca falló a su amo.