La escasez de hallazgos arqueológicos de la época vikinga dificulta, a día de hoy, la posibilidad de reconstruir por completo una armadura vikinga, de hecho, la forma más viable de representar la tecnología militar de la época es a través de representaciones pictóricas y a la interpretación de las sagas y los manuscritos.
La armadura como distintivo de estatus social
La guerra era en aquella época la actividad más prestigiosa, por ello, aquellos que podían permitírselo, gozaban de un mejor equipo de combate, ornamentado en la medida que sus bolsillos lo permitieran. De hecho, en la sociedad nórdica se permitía portar armas en el transcurso de las actividades cotidianas.
En general, un equipo de combate básico, es decir del estatus de un humilde campesino por ejemplo, constaba de lanza, escudo de madera y hacha común o cuchillo largo (seax). Si el individuo contaba con más estatus y por tanto, más riqueza, podía complementar su equipo sustituyendo el hacha común por un hacha de guerra, o el cuchillo largo por una espada, e incluso hacerse con un casco.
Se piensa que las armaduras se reservaron a la nobleza y sus mejores guerreros y guardias personales.
Los deficientes materiales
Existen evidencias de que la metalurgia vikinga no era precisamente la mejor. Se les consideraba buenos herreros, pero las materias primas de las que disponían eran bastante deficientes y sus diseños estaban obsoletos.
Las minas de hierro de donde extraían la materia prima eran insuficientes y de baja calidad, los metales preciosos con los que la clase alta decoraba con filigranas sus armas y armaduras debían ser exportados mediante el comercio. De hecho, se acabó por exportar también las armas, siendo los francos los principales proveedores, cuyas armas, con mayor contenido en carbono, lo que las hacía más duraderas, y mejor diseño eran más manejables. Se acabaron importando puntas de lanza y espadas, mientras que armas más pequeñas, como cuchillos y puntas de flecha se siguieron haciendo en Escandinavia.
El casco vikingo, la pieza más exclusiva
En cuanto al casco, como ya hemos mencionado antes, solo podían permitírselo aquellos individuos poseedores de más riqueza. La escasez de esta pieza de armadura por aquel entonces es evidente hoy en día, puesto que solo se han encontrado un total de cinco cascos vikingos en todo el mundo.
Al contrario de lo que la cultura general, la literatura y las películas nos han inculcado, el casco vikingo no llevaba cuernos ni tenían ornamentos alados, de hecho, era todo lo contrario.
Eran piezas muy sencillas, generalmente formadas por un capacete semiesférico (formado a su vez por cuatro piezas cóncavas remachadas entre sí) con una lámina sobresaliente para proteger la nariz, o, en el caso más complejo, una pieza adicional en forma de gafas que rodeaban los ojos y protegía a estos y a la nariz, como nos muestra el famoso Casco Gjermundbu del siglo X encontrado en Noruega.
Sin embargo, a pesar de lo antes mencionado, si que se baraja la posibilidad de que los cascos con cuernos o alados antes mencionados, fuesen empleados en ceremonias con contextos rituales.